Estos,
Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora
campos
de soledad, mustio collado,
fueron
un tiempo Itálica famosa.
Rodrigo Caro – Canción a las ruinas de Itálica
La
Naturaleza siempre acaba regresando y reclamando el espacio que una vez fuera
suyo. Cuando nos propusimos documentar y topografiar los restos del sifón del
Valle de los Arquillos, encontramos que el primer impedimento existente era la
cubierta vegetal que había crecido.
Aunque
para limpiar el arranque del venter necesitaremos utilizar maquinaria, para la
vegetación de las cimentaciones de la arcada que llegaba hasta el Torreón de
los Arquillos programamos varias jornadas de limpieza en la segunda quincena de
agosto. Sobre todo encontrábamos cardos y monte bajo en el entorno. Sin
embargo, lo que más nos preocupaba eran diversas higueras que habían crecido
entre las rocas y la obra romana.
En
nuestro empeño por despejar los restos para la topografía y posible fotogrametría
retiramos el monte bajo, pero no deseábamos eliminar por completo la presencia
de las higueras. Pensando en los ejemplares, e incluso en mantener el atractivo
del lugar con puntos de sombra y verde, decidimos eliminar solo el follaje que
impedía visualizar los elementos constructivos.
De
esta manera conseguimos un equilibrio entre la conservación de las especies
vegetales y la protección y limpieza de los restos arqueológicos. Una limpieza
que nos proporcionó mucha información. Pudimos documentar, por ejemplo, el
aparejo de las arcadas que sostendrían los alrededor de 11500 atanores que
constituían el sifón. De la misma forma, encontramos fragmentos de atanores que
habían quedado ocultos por el monte bajo y los cardos.
Incluso
pudimos ver con mayor claridad la tendencia de la estructura al colapsar. Se
puede constatar que los restos más cercanos al arroyo Salado de Paterna cayeron
hacia la izquierda, mientras que el segmento más próximo al Torreón de los
Arquillos se derrumbó hacia el lado contrario. Esto coincide, además, con lo
que se puede ver en la foto aérea de la zona correspondiente al Vuelo Americano
de 1956, en la que se identifica claramente la línea del venter entre la
“Pilastra C”, más cercana al arroyo, y el Torreón de los Arquillos:
Por
último, agradecer la ayuda y compañía que nos prestó durante estas jornadas
nuestra amiga y compañera Carmen Jorge, profesora de la Universidad Carlos III
de Madrid, que decidió pasar parte de sus vacaciones con nosotros. Y, de igual
forma, la ayuda de nuestro amigo Agustín García Lázaro.
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